En el envejecimiento normal, se ha llegado a la conclusión de que existen funciones que van declinando de forma lentamente progresiva durante toda la vida adulta, otras que se mantienen hasta etapas muy tardías y finalmente existen algunas que no sólo no se deterioran, sino que incluso mejoran con el paso del tiempo. Cabe mencionar que las pérdidas no son graves en cuanto que no interfieren en la vida diaria.
Así, se pueden observar problemas en el mantenimiento de la atención, por afectación de núcleos y vías del tronco cerebral y del tálamo. Asimismo, se observan disfunciones visoespaciales, visoconstructivas y visoperceptivas. También aparecen problemas de categorización y formación de conceptos, que se muestran a través del Wisconsin Cards Sorting Test. Ello demuestra problemas en la planificación, en la flexibilidad mental y en la capacidad para cambiar la respuesta en función del ambiente. Es decir, serían alteraciones de las funciones ejecutivas. Otra afectación muy típica del envejecimiento es la memoria, que es la que más quejas subjetivas produce. Parece ser que el declive mnémico se produce por la pérdida colinérgica. En la memoria declarativa se observan dificultades en el aprendizaje de nombres nuevos, la evocación de nombres poco frecuentes, el aprendizaje de números de teléfono y la retención de la información desde en punto de vista profesional o emocional. En la memoria de trabajo se observan dificultades en recordar un objetivo o consigna después de una tarea distractora. La pérdida de memoria benigna se ha denominado forgetfulness, relacionada con el efecto de la “punta de la lengua”. Cuando los problemas son un poco más graves se incluyen en la entidad de Alteración de Memoria Asociada a la Edad o AMAE.